viernes, 3 de septiembre de 2010

Orgullo, sustancia y tiempo.


Perverso mundo pervertido por la moral que ensalzas al levantarte.
Enfermizo velo de la tupida copa del árbol del vino que se erige sobre el fango en el que brindas. Amargo sabor que paladeas sin cesar, caducos frutos que exprimieron tiempo atrás.

Tú, insolente. Reniegas de mi inspiración y de mi cuerpo. De los fragmentos que componen tus vaivenes nocturnos. De tus sonoras gestas, de tus privados placeres.
Te crees y te pruebas en otros licores. Te eriges de nuevo en ti mismo, olvidándonos. Me abandonas al acecho cada mañana. Pero al final… vuelves una y otra vez. Me reclamas, y suplicas. Ocultándome tras tu lozano rostro salpicado de inocencia.
Sin embargo llegará un día en el que te dejaré. Y nada te quedará.
Serás paladín de las ideas que transgrediste, camarada de aquellos a los que odiabas en secreto. Dejarás de ser, y morirás arrepentido de las infidelidades con que me ultrajaste tantas veces.

lunes, 16 de agosto de 2010

Elogio de la palabra


Todavía recuerdo cuando yo solía escribir. Al amanecer apuraba las últimas líneas, tras haberme refugiado en la oscuridad de la noche durante tanto tiempo. Contemplaba la hoja y me sentía libre. Escribía porque me sentía vivo, y aun acostumbrado al hedor de la muerte, componía frases, redactaba párrafos e incluso contaba historias que creía ya haber vivido.

La muerte era algo tan familiar como lejano. Y cada una de sus terribles melodías me obligaba a buscar una nueva letra para mis caducas canciones.

Me sentía vacío y jugaba con el tiempo, contando minutos, viendo pasar las horas. Denunciaba desde los altares de la inmortalidad, y olvidaba las responsabilidades del que vive. Los pasatiempos, los juegos, la estulticia y la ignorancia que arrojaba por la borda, quedándome tan solo con el fulgor de mi pluma, con mis sueños y mi ego.

Me embelesé entonces con el aroma del forzado encuentro. Busqué acaso, en vez de esperar a lo fortuito y casual. Me vendí a las circunstancias, olvidándome de mí mismo, satisfaciendo a su vez la ignorancia del que cree. Manché mis líneas, y dejé que se oxidasen.

Otorgué, y fui empujado a las tinieblas, al paredón de los sueños quebradizos, Me asomé por los balcones de la ignominia mundana, resalté momentos que me fueron ajenos, e incluso llegué a compartir las ideas de los muertos.

Hoy extasiado y humillado. Víctima de mi condición de individuo, consciente de mi papel como ser humano, vuelvo a sostener esa pluma que me hizo vivo, que me salvó de la corriente del tiempo, que me amparó en la soledad y me salvó de las garras de la muerte.

sábado, 26 de junio de 2010

El tiempo


Para escribir se necesita tiempo.
No hablo de tiempo como espacio vacío en una agenda, ni como instantes robados a la muerte.
Con tiempo me refiero a la sucesión de acontecimientos. A la continua interacción del individuo con su entorno, al aprendizaje, y a la adaptación al mundo en el que vive.
Resulta paradójico que cuanto más conocemos más alejados nos encontramos.
Con el paso del tiempo, esa línea que separa lo vivo de lo muerto, lo esteril de lo fertil, lo vano de lo trascendental, nos resulta menos estrecha.
Con el paso de las horas sustituimos unas ideas por otras. No obstante, terminan siempre floreciendo las mismas preguntas: ¿Quién puso en marcha el reloj?, ¿Cómo funciona este realmente?, ¿Qué somos sino esclavos de las agujas del mismo?, ¿Cuándo dejará de sonar ese tic-tac?

Me pregunto entonces por qué escribir cuando no se vive, cuando no se es.
¿Por qué no despedirse del mundo en vez de prolongar la agonía del mismo en forma de frases decapitadas? ¿ O acaso vivimos en un continuo engaño y en el fondo somos inmortales? ¿Cómo saber pues, cuándo vivimos y cuándo no? ¿Cuándo escribimos realmente y cuándo hacemos simples garabatos?
Cada vez estamos más cerca del mundo y más lejos de nosotros mismos.
Quizás sea el momento de dejar de serle infiel a la muerte.

viernes, 18 de junio de 2010

Un episodio cualquiera




Sentado junto al mar, mirando a las estrellas, escribo historias que un día soñé.

La brisa, hipnotizante, me embriaga. Me veo reflejado en cada palabra, en cada suspiro y en un único aliento. Permanezco callado, sin embargo tengo tantas cosas que decir…

Cuento cada grano de arena e intento lanzarlo al infinito. Sobre él trazo cientos de líneas, que son engullidas por la oscuridad. Las sombras me impiden continuar mi labor.
Estoy solo en la playa, tan lejos de alguien.


Extiendo los brazos, también el cuerpo. Me tumbo en la arena.

Ahora estoy más lejos de los astros celestiales, más cerca de esa gente. Pero todavía me veo incapaz. El aire golpea mi mejilla, y hay tantas anécdotas que contar, tantas disputas que zanjar. Mañana amanecerá de nuevo, y yo seré una persona más.

jueves, 20 de mayo de 2010

El prejuicio

es el peor amigo del hombre.

lunes, 17 de mayo de 2010

Fatiga



Creo embriagarme con el aroma del infinito. Aunque lejos de ser autocomplaciente, asqueado de otros olores que pudieron confundirme, consciente de la esencia de lo intangible, me asomo al mundo buscando un nuevo perfume.
Las palabras, caducas, se me atragantan. Y ya nada me hace joven.
Busco en mi memoria frases, sentencias... Pero sólo estoy yo, y me basta.

lunes, 3 de mayo de 2010

Entre el cielo y la tierra


Recojo los frutos de un árbol podrido, mientras me deslizo por las líneas del infinito. Reniego de los astros celestiales, mientras observo mi rostro en el agua.
Hurgo en las huellas de la inmensidad tras despojarme de mi condición humana.
Me cruzo con unicornios y dragones. Creen abatirme, siendo yo vencido en cientos de batallas. Pero no abdicaré. Desde lo alto de la montaña grito con ímpetu a mis enemigos. Aun al borde del abismo me siento más fuerte que nunca. Algún día regresaré a la tierra que una vez me vio vivir.
Hoy afilo las lanzas, empuño más fuerte la espada. Resuenan vitores de guerra. Más allá, los ecos de mi voz.
Impregna de verde el ambiente un fragante aroma.
Pronto se difumina entre el hedor de las sombras terrenales. Aún no es tiempo de marchar a los Campos Elíseos.

sábado, 20 de marzo de 2010

Ma Vlast


Amo mi patria. Allí nací. En ella me crié y moriré de igual manera. Cuando lejos marcho añoro el sonido del viento al soplar. El inmenso azul del mar y su fuerza golpeando la tierra sobre la que se erige mi morada.
Allí nunca hubieron murallas, ni tampoco verjas o alambradas.
En las casas viven las gentes y los techos les dan cobijo. El agua brota de la fuente y sacia al sediento, los animales pastan en el campo y alimentan al hambriento.

No conocemos la guerra ni cadenas que nos opriman. No hay símbolos, ni escudos o banderas. Cantamos a la lluvia y rezamos al sol que nos ilumina. Un crisol de colores y estampas se entremezclan en el valle y nos embriaga el olor de la bendita madreselva.

No tenemos un pasado, pero sí un futuro. Desde el escarpado relieve del horizonte oriental, desde la añil ventana del horizonte occidental. Desde donde nace hasta donde muere el ambarino astro celestial soñamos nuestros propios sueños, hablamos nuestras propias lenguas pero cantamos las mismas canciones. Los músicos no utilizan partituras, y los escritores no necesitan de una pluma para contar sus historias.

Las gentes viven y mueren, caminan y no deambulan. No se aferran a sus sueños porque se desprenden de ellos y los hacen realidad.

En mi patria no conocemos la libertad porque nunca nos la han arrebatado.

sábado, 6 de marzo de 2010

Un día más


Sobre la mesa un bote de tinta vacío. Dejo la pluma aparcada junto a los deshabitados márgenes de la hoja. Inmaculada como el nácar, blanca como la nieve da cobijo a mi inútil instrumento. Lo coloco en horizontal. Invitando a la pluma a trazar una letra de un momento a otro, esperando estrenar el folio, empezar un nuevo vals, pero no queda tinta en el tintero. Me asomo a la ventana y es de día, apago la luz que iluminaba mi cuarto mientras era de noche. Miro al Sol y la pluma sigue quieta. Siento una suave brisa en mi cara, escucho el ruido que hacen las palomas al marchar del alféizar de mi ventana, tras haber buscado cobijo en él durante la noche. A veces su angustioso llanto me molesta, hoy el mismo arrullo me ayuda a pensar. Sigo vivo y el tiempo pasa. El folio sigue vacío, y ha pasado otro día más.

Entre granos de arena


En la inmensidad del desierto una inapreciable locura cree socavar mi voluntad, se engaña creyendo coger las riendas de mi destino, piensa es mi guía, la luz que ilumina mis pasos que quedan marcados en la arena. A lo lejos un oasis, y no por no ser mi razón la que es capaz de dilucidar la existencia de tal paraíso en el infinito pierdo la fe. No es la demencia la que me droga y me engaña, alienándome de tal modo que abandono cualquier rasgo del raciocinio que un día tuve. No, soy yo el que me amparo en ella, buscando en la enajenación un nuevo estado en mi vida, que sea capaz de suprimir las desgracias del anterior. Lo mortal y material, lo insuficiente e insaciable para mi alma. Busco una nueva alienación que sepa revelarme de un modo más fehaciente los frutos que se esconden más allá del yermo páramo.

He acudido yo a ella y si me atrapa será una consecuencia de la decisión que un día tome. Pero conservo mi libertad. Mi voluntad me pidió un día avanzar al margen de las sombras que me pedían no hacerlo. Quizás en el fondo de esa enfermedad que hoy adquiero voluntariamente se encuentre la lucidez con la que un día quiero iluminar un sendero en el que hoy soy tan vulnerable.

miércoles, 24 de febrero de 2010

Historias en una Iglesia


Distintas manos que aquellas que lo tallaron van rozando el bruñido ataúd. La funeraria no ha tardado en exigir el obligado peaje que resta al alma para ir al cielo, y los vivos lloran a los muertos. El cura canta misa, ofrece palabras de consuelo mientras las miradas se pierden en el tenebroso vacío de la iglesia. Su timbre de voz infunde pavor a las masas laicas. Retumban los ecos, las lágrimas no dejan de brotar y unos hieráticos individuos esculpidos en piedra hace más de mil años observan a aquellos extraños visitantes. Reina el silencio, el miedo a la muerte, el apego a los recuerdos, todavía aun tan cálidos y cercanos. Filas de butacas pobladas de personas miran en dirección al altar. Se postran ante aquel Dios que dicen venerar y jamás visitan. Ingratos se acuerdan de él cuando tachones en números de la agenda obligan a aferrarse al tiempo. Al sonido del reloj, a un nuevo amanecer. No suplican por la muerte, por aquello que hay detrás de la muerte. La permanente oscuridad de una noche de invierno, a la que algún día sucumban, dejando la luz que ilumina sus senderos.
Se refugian detrás de agujas a sentimientos y a recuerdos como a objetos  que tal vez poseyeran y nunca quisieron compartir. Un rostro sostenido por una sotana virgen, impoluta, agita los sentimientos de estas personas. Los 12 hijos de Jacob ríen. Inmortales descansan en paz, seguros del papel que desempeñaron.  Con el orgullo de ser recordados, con la certeza de saber quienes fueron, y con el asco de ser pasto de las cabras, que manipulados por el pastor acuden a adorar al hijo Dios. Las rodillas de los hombres vencidas al fin regresan a su estado natural, dirigiéndose con apremio a su hogar de nuevo. El Dios padre vuelve a ser abandonado por sus hijos. Pronto la muerte llamará de nuevo a las puertas de la iglesia. Las campanas, su eco... Entonces distintas rodillas caerán sobre el piso de la Iglesia. Los hijos de Jacob volverán a despertarse, con una sonrisa entre los labios, con el mismo regocijo de siempre. Mientras, el Dios padre derrama lágrimas, por la muerte de un hijo suyo, por la vida de muchos otros.

lunes, 22 de febrero de 2010

La eterna lucha



¿Pescarás con anzuelo a Leviatán, sujetarás su lengua con cordeles?
¿Le pasarás un junco por la nariz, traspasarás su mandíbula con ganchos?
¿Te vendrá con largas súplicas y te hablará con voz humilde?
¿Hará contigo el trato de ser tu siervo de por vida?
¿Jugarás con él como con un pájaro, lo atarás para diversión de tus hijas?
¿Lo pondrán en venta los asociados, se lo disputarán los mercaderes?
¿Le acribillarás la piel con dardos, su cabeza con artes de pesca?
Ponle la mano encima: ¡te acordarás de la lucha y no insistirás!
Tu esperanza sería ilusoria, pues sólo su vista aterra.
No hay audaz capaz de provocarlo, ¿quién puede resistirle frente a frente?
¿Quién le plantó cara y salió ileso? ¡Nadie bajo los cielos!

Job 40:25-32;41:1-3


Aunque  constantes han sido los contactos entre las distintas culturas que han coexistido a lo largo de la historia en nuestro planeta, desde hace 518 años las relaciones y en los últimos dos siglos con mayor énfasis la interdependencia de las mismas es notablemente superior. Hoy con el advenimiento de la sociedad postindustrial, con el aparente triunfo del capitalismo, y la cada vez mayor expansión de los mercados, los peligros a este sistema cimentado a partir del dinero son pocos. El principal, aparentemente, el terrorismo internacional, que el 11 de Septiembre de 2001 supo atacar en el corazón financiero de la primera potencia mundial y demostrar que lejos del fin de la historia (como Fukuyama sugería una década antes) queda un largo camino plagado de posibles peligros y de incertidumbre, sin embargo no menor que la que ha sufrido la humanidad a lo largo de su particular epopeya.

El atentado a las torres gemelas, tras años de estabilidad y de prosperidad (aparente desde luego) inauguraba un nuevo capítulo de la historia de la humanidad, ya otras muchas veces vivido y que de nuevo se repite; el de la lucha entre el Estado y el individuo. El estado de excepción, las restricción de los derechos individuales en favor de la seguridad pública, las violaciones reiteradas de los mismos, en una de las democracias más viejas del planeta, y primera potencia mundial. Guantánamo simplifica perfectamente una lógica maquiavélica. El individuo pierde su posición privilegiada como firmante de un pacto social, para convertirse en títere de las voluntades de un Estado dirigido por una minoría, que siempre, al menos en nuestros tiempos modernos, carece de la preparación necesaria como para asumir ese reto y las responsabilidades que se autoatribuyen, y que incluso el ciudadano guiado por el miedo y la manipulación de los medios de comunicación - cómplices de las clases gobernantes - llega incluso a refrendar tales actuaciones en las urnas (ejemplo de ello es la victoria electoral de Bush en 2004).

Y no es que esas violaciones de los derechos pertenezcan exclusivamente a la contradictoria - al menos teórica - lógica de los neoliberales, o de los neoconservadores y siempre presentes reaccionarios. Sin ir más lejos el premio Nobel de la paz Barack Obama y el laborista Gordon Brown han protagonizado episodios similares con la implantación de escáneres corporales. De igual manera que la cárcel de Guantánamo continua abierta tras haber incumplido el presidente norteamericano su promesa de cerrarla en el plazo de un año.

Muchos opinarán que se mueven guiados por el interés general y que su capacidad de liderazgo merece nuestra insumisión. Pero yo como individuo me niego a realizar semejante acción en detrimento de mis derechos naturales, y de mi dignidad personal. La manipulación de los medios, los intereses corporativos, la demagogia de la clase política, la corrupción, la falta de espíritu crítico en el seno de los partidos políticos, y la degradación además de la siempre constante ambición de los dirigentes obliga a desconfiar de toda esa parafernalia que mediante el voto ciudadano se llega a convertir en gobierno del Estado.
No obstante, no volveré a caer en el cinismo y admitiré que el actual sistema democrático es el mejor esfuerzo habido hasta la fecha de los gobernados de poner coto a los abusos de poder.
Pero lo cierto es que el Estado es un monstruo difícil de controlar, imagen de un poder absoluto y de una tiranía que sólo el activismo del ciudadano puede llegar a frenar. Ese Leviatán de Hobbes que años después, y con el triunfo del Estado liberal sigue constantemente acechándonos en forma de abusos, que por mínimos que sean evidencian el carácter de ese demonio.

Los tiempos han cambiado y si bien no en todos los países, en muchos de ellos, las barricadas y los asesinatos han sido suprimidos en aras de la convivencia y del equilibrio social por interpelaciones, inputs, manifestaciones, boicots y decenas de instrumentos con los que el ciudadano puede reafirmar su existencia y sus intereses.

La sociedad en convivencia y asociación a través del Estado destaca en importancia por ser un medio y no un fin. Así por tanto un instrumento con el que proteger cada uno de los intereses individuales que existen en el conjunto del mismo, porque lo que bien puede ser positivo para uno, puede no serlo para otro y viceversa, y la insumisión del afectado en cada caso sólo sería muestra de pasividad, en el caso de no existir un espíritu individual por parte del mismo, o por la no-actuación fruto de la opresión de un sistema que impide reclamar tus derechos, que el mismo perjudica.

Cuando el Estado es un fin, se aleja de sus funciones y adquiere rasgos totalitarios. No se aglutinan los intereses de cada uno de los miembros de la comunidad, sino que la minoría gobernante impone aquello que dicta su conciencia. No hace falta constatar que ese proceso lejos de ser revolucionario, científico, histórico o liberador es opresivo e impone voluntades de unos sobre otros. Sólo mediante el pacto social, puede haber una defensa de intereses, y no una superposición de unas doctrinas, sobre otras, y que si bien pueden ser comprehensibles y estar fundadas en la razón, no lo pueden estar para otras personas, que verán en el Estado una imposición material y espiritual, siempre y cuando no defienda sus derechos o acaben por sucumbir al mismo, y terminando al fin por comulgar con el mismo.

El papel del individuo ante esta amenaza es el de no aceptar nada que venga desde arriba sin control. Es el no ser sumiso, pues siéndolo pasa a ser un hombre-masa, sin moral, guiado por el conjunto y que acata todo aquello que provenga del movimiento, del embrión de ese futuro Leviatán, y detrás del que se esconden personajes de carne y hueso. El hombre se convierte en esclavo, en una partícula de arena, obligada a formar parte de esa indivisible realidad perdiendo su libertad, su condición inherente como individuo de poder elegir, y que le obligará a vivir arrodillado o dejar de hacerlo. Es el discurso del engaño, que mediante el odio y la demagogia trata de dormir a las personas, y atentar contra su razón, que les permite pensar y su libertad, que les posibilita decidir qué pensar.

La imposición, a costa del conjunto, del todo. ¿Es sucumbir a ella la única opción para salvaguardar nuestra seguridad? Lo cierto es que no, y tampoco sugiero vivir permanentemente con un rifle debajo de la almohada, siendo nuestros únicos guardianes. Y lo digo porque el mismo potencial de autoridad y de infinito poder que puede llegar a tener el Estado, lo puede tener de protector.

Es la lucha constante entre el espíritu humano con origen en su resistencia a ser aplastado como persona y el Leviatán, lo que nos hace animales sociales, y no esclavos o náufragos.
Esa lucha siempre recomienza, y los abusos de poder obligan a permanecer ya no alerta, sino en primera línea de batalla. Para envestir con fuerza contra ese monstruo, y no herirle mortalmente, como buscaba el capitán Ahab a la gran ballena blanca en Moby Dick, sino más bien encontrando el sentido de nuestra existencia como haría más tarde Santiago en el Viejo y el mar de Hemingway.
Es la lucha entre pez enorme, ballena o Leviatán,,  y el hombre lo que da sentido a nuestra existencia, lo que posibilita el progreso, y lo que nos da un papel en el tiempo y no hundirnos en la profundidad del océano.

La historia del pueblo judío (precisamente fueron los que acuñaron el término de Leviatán, seguramente por un tipo de monstruo enorme - pez, ballena, cachalote...- que solía rondar por la costa)  sirve como paradigma de la historia de la humanidad. El pueblo elegido, indefenso y desvalido, atormentado y castigado en innumerables ocasiones, consigue al fin un lugar en el que descansar bajo el azul del cielo. Pero entonces en el instante en que funda su propio Estado y deja de estar desprotegido se venga de aquellos males que padeció y precisamente los infringe en casa ajena. Es la fuerza de la seguridad, del Leviatán. El poder de tener una protección superior, que si bien legal y no Divina hace a los hombres creerse capaces de poder aplastar a los hombres. Es aquello que hace sucumbir a los hombres al Leviatán y llevarnos al fondo del océano.

Debemos estar alerta, pues si bien necesitamos de él para que luche contra nuestros enemigos, hemos de llegar a someterlo domesticándolo, conociéndolo bien, enfrentándonos a él, y no dejar que algún día tenga la suficiente fuerza como para devorarnos. 

domingo, 31 de enero de 2010

La insuficiencia de la escritura


Un escritor transmite ideas, conceptos fundamentales. Pero, ¿hasta qué punto estará familiarizado con unos pensamientos que busca plasmar en el folio e involucrar  al lector en la lectura e interpretación de los mismos? El mediocre pensador vivirá de la apariencia. Desarrollará conceptos vagos, parcialmente comprendidos, repetidos la mayoría de veces, mas no aprehendidos de la forma que debería para sentirse digno de que otros puedan ser susceptibles de leerlos. El sabio sin embargo con anterioridad al uso de la pluma, sin realmente saber que llegaría a ver plasmadas sus cavilaciones en frases y textos, habrá sido partícipe del contenido esencial de aquello que tratará de abordar de forma escrita, o bien oral si no llegase a ser recogido mediante la escritura. La iluminación, la originalidad, la perfección son condiciones fundamentales para un buen escritor que se crea merecedor de escribir cosas, de que la gente dedique su tiempo en leerlas y de que sea pagado por ellas. De otra forma parafrasea, engaña o ignora.

domingo, 24 de enero de 2010

Ocaso



Duermo de día y muero de noche. Lo sé porque sólo vivo en mis sueños y es entonces cuando me veo infinito ante tus ojos. Sin embargo soy noctámbulo y la oscuridad cubre mis ilusiones. Guardián de la Luna reniego tristemente de su brillo. Demás estrellas me vigilan y sin querer les doy la espalda. La verdad que podría verlas, pero me lo impiden otras, que ya vi hace tiempo y que me fueron advirtiendo. Hoy ya es tarde y la vieja Luna y yo nos conocemos demasiado. Tantos pasajes de batallas entre cielos y estrellas, entre fuegos y espadas y olas de mares en playas.

Nunca me ha querido, y en el ocaso de nuestra existencia, demasiado herido ya, quiero terminar de sucumbir ante el poder de su sombra, aunque en el fondo diga en voz baja que anhelo seguir durmiendo aunque mañana no amanezca.

lunes, 18 de enero de 2010

Te vigilo


Atento. Venceré. Sé que podré llevarte conmigo al otro lado, allí donde no hay luz y otros te esperan, allá donde habitan las difusas almas del viejo recuerdo que aguarda tu llegada, recomponiendo los trozos del mapa que un día trazó, marcó y os unió. Te arrastraré en mi viaje, acabando con lo esencial de tu existencia. La tristeza de la decrepitud, el desgaste de la carne. Te aparto de tus últimas miserias, te convido a probar el sagrado fruto de la soñada juventud. Te aferras a la agonía del sufrimiento y me niegas como otros lo hicieron. Pero serás derrotado. Porque volverás a ser tú mismo y más aun. Cortarás las cuerdas que te ataron, quebrarás las cadenas que te oprimieron, apagarás el fuego que te abrasó. Aprovecha el secreto que hoy te confío, siéntete partícipe del poder que detento. No me olvides, no te olvides a ti mismo.

Un vaso vacío


Sobre la mesa una botella de vino descorchada casi muerta. Junto a ella un vaso, vacío de tus lágrimas, que un día abundaron y hoy ya dejaron de existir. Llena sin embargo de mi brebaje. Bebo de la copa, un trago tras otro. Mi paladar aprecia las propiedades que hacen único este bendito caldo y pienso. Me sumerjo en mis hoy ya inútiles recuerdos, que de poco me servirán con tu marcha. Ebrio rompo el vaso quebrando cualquier vínculo contigo. Me alejo de tu mundo, me acerco a uno más transparente que me ofrece este espléndido néctar. El elixir de los Dioses, que me convierte en uno de ellos, alejándome de las desdichas que me ofreciste, de aquellos sollozos que sólo yo supe ver y que ahora por fin quemo con el agua de la tierra.

domingo, 17 de enero de 2010

Gotas de agua


Observé el tibio reflejo de tu semblante en aquella gota. Caía, y luego caía otra. Ya no eras tú. Pero volvía a verte de nuevo. Distinta de la que aquellos impíos ojos míos vieron antes. Vagaban imágenes por el trasfondo de mi memoria. Habías cambiado, yo había cambiado también. Se distorsionaba el recuerdo que en mí habitaba, cambiaban mis sentimientos hacia ti. La vida nos había pasado factura y mis lágrimas chocaban con las gotas de agua junto al vaso. Cada vez más lejos del recipiente que nos contenía, cada vez más lejos de mis labios. Lanzaba plegarias al cielo. Nacía en mí un efusivo y enérgico impulso de intentar recuperarte, de volver a tenerte junto a mí, de luchar contra el tiempo, de vencer a la muerte. Quería distinguirte en la inmensidad de aquel torrente, quería controlar el cauce de aquel desbordado río. Te veía y no eras tú. Me desvanecía en medio de aquel sufrimiento, y tú mientras me mirabas... La crueldad del destino se había apoderado de nosotros y manipulaba nuestros sentidos. Me hablabas y ya no te creía. Me amabas y ya no te quería. Estabas tan lejos, y yo tan cerca...

martes, 12 de enero de 2010

Manifestaciones alimenticias


Como es común en nuestros días hacer gala de la más absoluta extroversión, que no despótica, al menos por mi parte, declararé mi apoyo a dos manifiestos que veo importantes.

1. El manifiesto en defensa de los derechos fundamentales en internet.
2. El manifiesto en defensa de la libertad de decidir qué alimento tomar.

El primero es bien conocido por la mayoría y no entraré en detalles. El segundo se me acaba de ocurrir y como en la red todo vale, al menos en cuanto a supresión de la intimidad y del espacio privado se refiere, pues me animo a declararme en favor de la libertad de poder decidir qué alimento tomar. Evidentemente demasiadas cosas deberían de pasar para que se cumpliese este postulado. Primero que personas que ni siquiera pueden comer algo y que mueren de inanición pudiesen tener acceso a distintas variedades de alimentos. Y segundo, que personas que siguen los más estrictos dogmas nacidos de su religión, dejasen de lado sus creencias, para disfrutar del placer prohibido en forma de bocadillo de jamón, leche recién ordeñada o de  filete de ternera sacrificado mirando a Pamplona y ampliasen si bien no se consiguiese de esa forma sus horizontes culturales, al menos sus horizontes gastronómicos. Como no voy a ser menos, me voy a amparar en una frase de un texto religioso, para fundamentar mi manifiesto en algo más que en el placer de comer - que no es poco, ojo -

"Infundiréis temor y pavor a todos los animales de la tierra, y a todas las aves del cielo, y a todo lo que repta por el suelo, y a todos los peces del mar; vuestros son. Todo lo que se mueve y tiene vida os servirá de alimento: todo os lo doy, lo mismo que os di la hierba verde" (G n. 9,2-3).

Por cierto, olvido incluir una cláusula, y es que el consumo del alimento en cuestión se haga respetando la materia prima, evitando en la medida de lo posible los productos químicos que alteren el verdadero sabor del mismo y por último tratando de garantizar la continuidad de las especies vegetales o animales (desde luego no a partir de la sobreexplotación abusiva del medio). Así pues, saludos y buen provecho a aquellos que secunden mi manifiesto.

PD: No hay nada mejor que una comida para limar asperezas, y si los comensales se respetan unos a los otros y no juegan con ella, resulta sencillo entenderse. Falta un buen licor que todos estén dispuestos a probar.

viernes, 8 de enero de 2010

Sin ti no soy nada


“Cuando alma y espíritu/ y cuerpo sepan,/ y la luna sea bella porque la amé/ y el mundo esté parado al filo/ de la memoria y/ sangre la luz detrás/ del baño de su gracia,/ obligaremos al futuro/ a volver otra vez. Allí/ todos los ojos serán uno/ y la palabra volverá a palabrear/ contra sus criaturas./ Se acabará la eternidad y el poema/ buscará todavía su/ tripulación y lo/ que no pudo nombrar, tan lejos”.  Juan Gelmán (Sucederá)


Dicen que en el fondo no existes, que todo lo que se ha dicho de ti son leyendas, falsas profecías de egocéntricos personajes, bulos creados para engañar a los ilusos, a los dementes, a los adúlteros visionarios, esclavos de la utopía. Aun así continuo intentando soñar contigo. Te veo junto a mí, sonriendo, borrando el dolor de las horas, cortando con fuerza el fragor de las olas. Me ayudas a imaginarte en un tiempo aun por venir, y a la vez me ayudas a imaginarme a mi mismo. Te necesito en este instante, para no estar de espaldas al mundo en que me gustaría vivir, deshonrando a mis antepasados, perdiéndome en los reflejos que no supe vislumbrar, pero a la vez seré egoísta y exigiré tu presencia mañana. No quiero que un día, tras haber coronado aquella cima te hayas diluido en la historia, y que no hayas sido más que un episodio cualquiera, una mera casualidad. Quiero imaginarte blanca como el nácar, inmaculada y virgen como la nieve que hoy atraviesa mi ventana y trata de helar mi espíritu. Nada me importa, pues con fuerzas me veo de enfrentarme a ella. Sé que tú me estás ayudando, y que no debo de dejar de pensar en ti para que algún día tenga la seguridad de estar sentado a tu lado, cerca, muy cerca.

lunes, 4 de enero de 2010

Desde la otra ventana



Todavía me acuerdo de ti. Solía soñar contigo por las noches, cuando caía el sol y ya nada me hacía olvidar mi soledad. Siempre te veía allí, asomada a tu balcón, al otro lado de la calle. Nos separaba un alto muro que dividía nuestras almas. Cada mañana te gritaban desde la acera cuando salías afuera, también desde mi edificio. A ti no te importaba, permanecías allí desafiante, mirándonos a todos, tratándonos de hipnotizar con tu cabello rubio, tu exuberante silueta pero sin concedernos jamás una mirada lasciva, ni tan siquiera un simple guiño. Creías estar segura de ti mismo. Vestías de seda y parecías no tener manchas en la ropa. Habías aparecido un día, de pronto... Sin pasado, con cientos de ilusiones. Te envidiábamos aunque no podíamos reconocerlo por miedo. Nosotros ya teníamos nuestras esposas en el edificio. Menos guapas, no tan perfectas como tú, pero al fin y al cabo eran las de toda la vida...

Luego empezaste a envejecer. Cambió tu forma de mirarnos y te asomabas menos a la terraza, replegándote en tus pensamientos y en las tareas de tu hogar. Dejaste de ser aquella imagen que se nos aparecía al tumbarnos en la cama, para ser una simple sombra. Quizás nunca fuiste lo que creíamos que eras. En la calle algunos ya nos habían advertido: no os fiéis que esa no es trigo limpio.

Parecía tan dulce. Su rostro desprendía tanta ilusión... No era posible. Debíamos habernos engañado. Aunque era tan real.

Finalmente dejó el piso, marchó. No se sabe dónde, algunos dicen de una isla. Cuentan que cambió sus vestiduras para volver a engañar a otros pobres ilusos. Quizás algún día no muy lejano otra chica llene el hueco que dejó. Al menos yo seguiré esperando desde mi ventana.

domingo, 3 de enero de 2010

Europa, símbolos e Iglesia


''La conciencia histórica es una de las características más acusadas que se para al hombre civilizado del que no lo es'' 
Leopoldo Torres Balbás (Crónica de la España Musulmana)

Si hay una época que pueda servir de común denominador y origen del Occidente europeo y cristiano, y que de alguna forma sirviese como base del desarrollo de las ideas que se han forjado en el seno de nuestra civilización esos son los siglos XI y XII. En la plenitud del medievo y una vez superada la amenaza de las segundas invasiones (normandos, noruegos y daneses, suecos, húngaros, sarracenos...) Europa se adentra en un período en el que se empieza a plantear la lacra del caos y la anarquía que reina desde la progresiva disolución de la tutela imperial que podía representar el Imperio carolingio. Un continente fraccionado, que sólo en ocasiones dispondrá de una monarquía efectiva que de paso al orden y la estabilidad se verá envuelto en multitud de luchas por el poder, invasiones y creación y desmembración de reinos. Los señores feudales en reclamo de las identidades y de los derechos regionales irán forjando un sistema atomizado en el que únicamente (y en ocasiones tampoco, con las herejías albigense y valdense) la Iglesia y de forma bastante limitada como para ser vinculante, disponga de algún tipo de autoridad sobre la mayor parte de territorios. Una sociedad víctima de sus propios excesos. La ambición y el odio serán constantes que también reinarán en la única institución que gozará de algo de prestigio. Una Iglesia dominada por la simonía, el nicolaísmo, la herejía y la intervención del poder temporal o civil en sus decisiones y en la investidura de los cargos ve pronto brotar en el seno de los monasterios voces de cambio que se plasmarán con la reforma cluniacense y la cistercense.
Estas comunidades monásticas son las que irán expandiendo por Europa esos aires frescos y de cambio que se venía implorando durante la oscuridad que cubrió el continente durante los siglos anteriores.

La oscuridad económica, política, religiosa y cultural sufrirá una progresiva transformación aunque todavía poco apreciable. En el seno de las ciudades y junto a las escuelas catedralicias se patrocinarán Estudios Generales, que constituirán el necesario preámbulo de lo que serán las Universidades. En estos burgos también tomarán un cada vez mayor peso los artesanos y comerciantes, sobretodo en los siguientes siglos con la constitución de redes comerciales como la hanseática o con las conquistas en el mediterráneo que volverán a permitir que ciudades como Venecia o Génova puedan mirar hacia el mar. Así pues florecerá un nuevo aire de libertad que será una constante en las siguientes centurias.

En lo militar las cruzadas darán lugar a una unidad frente al Islam que jamás se había visto antes, y situarán a la fe como motor del futuro de la civilización.
Incluso esa creciente homogeneización se verá con el arte románico, cada vez con mayor éxito. Se impondrá el latín culto como idioma de enlace entre los hombres de letras de los distintos pueblos, y se permitirá la libre circulación de maestros, alumnos y manuscritos.
Además Juglares y trovadores irán cantando gestas y creando símbolos y héroes que todavía hoy veneramos.

Sin embargo el pensamiento racional y crítico desarrollado hasta nuestros días debe empujarnos a desconfiar de lo que tradición nos ha legado.
La violencia, la inmoralidad y la injusticia imperante en el medievo debe hacernos conscientes de que los héroes jamás existieron. Los grandes caballeros, fueron humanos, y por tanto masacraron, violaron, robaron y humillaron cuando no a nosotros a nuestros teóricos enemigos. Las gestas que enarbolaban individuos, batallas y expediciones olvidaban a los muertos. Situaban a infrahombres en el más alto pedestal al que podía aspirar a un ser humano. Sujetos que probablemente en otro lugar eran considerados la reencarnación del mal.

Los símbolos para el analfabeto hombre medieval eran una buena forma de esclavizarlos y mantenerlos como súbditos. La Iglesia que nunca supo calar hondo entre la población tuvo que recurrir al miedo y a la ira de Dios para llenar el interior de sus muros. Los hombres llanos tiritaban de miedo con la potente oratoria adquirida por los sacerdotes durante sus estudios de Trivium, las gárgolas obligaban al individuo a ceder ante el todopoderoso, y la institución que en la tierra le representaba, aun cuando esta se encontrase poblada de aquello que censuraban desde los altares. Las figuras, los emblemas, las banderas siempre han sido una buena forma de las clases dominantes de conseguir aglutinar bajo su poder al pueblo. Los cátaros y valdenses a pesar de nacer como una obligada respuesta a la relajada moral de la Iglesia en aquellos tiempos, y de las riquezas que se negaban a repartir parroquias y monasterios entre sus explotados trabajadores fueron perseguidos hasta su total extinción, considerados herejes, dignos de la hoguera, con un odio tal que si revisamos el significado del término de hereje hoy en día podemos constatar el sentido que llegó a adquirir.

No podemos olvidar la despreciable unidad que pudo desarrollarse entre los pueblos europeos a raíz de las cruzadas. Lejos de constituirse como compañeros de peregrinaje, la gran mayor parte viajaba a Tierra Santa en busca de fortuna, para lo que no importaba qué medios empleasen (saqueo de la ortodoxa Constantinopla, continuas masacres hacia población árabe y ya no decir musulmana...)

Por último censurar la inquisición y la vía mística y la especulación teológica que se aferró en mantener la Iglesia durante siglos, a pesar del progresivo desarrollo de la dialéctica, y del platonismo. El redescubrimiento por parte de Porfirio y Boecio de la Lógica de Aristóteles, fue esencial en este sentido, y es que a pesar de la gran construcción teológica que llegó a crear Santo Tomás desde la Iglesia se ha tratado durante años obstaculizar el avance y el triunfo de la razón. Un triunfo que sin duda simbolizan las ideas de la ilustración, y que hoy en la casi posmodernidad podemos revisar y criticar sin miedo a equivocarnos, desde la base de generaciones de personas que hicieron posibles que vivamos en la era del conocimiento.

Es desde mi punta de vista, dejando los lógicos errores humanos, las ambiciones políticas y económicas que hayan habido dentro de la institución, ese continuo freno al avance del conocimiento, de la razón y del progreso el grosso error que la Iglesia ha cometido durante toda su historia. La jerarquía eclesiástica debería replantearse el sentido del cristianismo, y abandonar su posición conservadora y enemiga de todo cambio o crítica, para encontrar en el análisis racional, en el discurso, y en la humildad el fundamento de sus ideas.

Aferrarse a la historia, cuando desde luego va en contra tuya es hacer muy poco por el futuro de las enseñanzas bíblicas. El contacto del individuo con los textos sagrados es fundamental, de igual forma que lo es la interpretación personal de las palabras de Jesucristo. No se puede limitar la palabra de Dios al discurso unidireccional que salga del Vaticano, pues el Espíritu Santo no es motivo suficiente para justificar todo aquello que se diga desde la Iglesia, los errores cometidos durante la historia contradicen cualquier argumento al respecto.

La discusión y crítica de la teología, de la filosofía cristiana, del papel de la Iglesia en la sociedad... son fundamentales para que no quede como algo arcaico, ligado para siempre con los poderes continuistas y que han tratado durante toda la historia frenar el desarrollo civilizatorio. La iglesia y más en un período propenso a ello como es el actual, caracterizado como postmoderno, debe hacer balance de su historia y plantearse el papel que quiere tomar en el incierto futuro que nos depara.

Por otra parte de la misma forma Europa debe ser crítica con ella misma, inundarse de su historia y ser consciente de aquello que realmente le debe enorgullecer de su pasado. ¿Cómo vamos a integrar a musulmanes en España cuando en el escudo de Aragón se puede ver la cabeza de un moro? ¿Cómo vamos a aceptar a Turquía en la Unión Europea si muchos ligan el fin de la Edad Media y del Imperio Bizantino con la traumática conquista de Constantinopla por parte otomana?

La historia no es o nuestra o de los otros. La historia debe ser criticada y comprendida a fin de tener un mejor conocimiento de nuestra actualidad. Debemos tener presentes nuestros errores para no cometerlos de nuevo y por tanto no tropezar con las mismas piedras. La distinción, la exclusión, la incomprensón, el miedo y la incertidumbre tienen su origen en la ignorancia. Si caminamos juntos como europeos debemos hacer gala de lo que realmente ha sido la base de nuestra civilización y que hace sigamos confiando en el imperfecto sistema en que vivimos, y que son las ideas. Y en cuanto a los héroes... Esos no existieron nuca, desde luego.

La libre circulación de personas, la libertad de comercio, la búsqueda y defensa de un idioma que podamos entender todos... Podemos aprender de cientos de episodios que ya hemos vivido, y que nos ayuden a ser más grandes sin anclarlos en el pasado y dar pasos atrás. 

Las estrellas de la bandera de Europa son más importantes de lo que aparentan. Son la luz que debe iluminar el camino que nos queda por recorrer.

sábado, 2 de enero de 2010

Un instante


Te presto mi juventud un segundo pero sólo si me la devuelves. Te la presto si borras en ella el cinismo y la decrepitud, la melancolía, la impotencia, la rabia, la insuficiencia. Te la presto si tu aliento vuelve a iluminar los rayos del sol, si el viento amaina y deja de soplar con rudeza, si en los pastos vuelve a crecer la hierba, si la hierba vuelve a alimentar a los animales, si los hombres vuelven a mirar hacia el cielo y dejan a la tierra en paz.

Segundos no me sobran y aun así me permito prestártelos. Utilízalos si los necesitas y falta te hacen. Si dejas de vigilar el orbe y afrontas realmente aquello que denunciaste. Si haces memoria y recoges la siembra del recuerdo, que enterraste al cruzar aquella puerta. Te permito ese instante para que seas consciente de lo que fuiste y podrías haber sido. Me dirijo a ti para que retires aquel adiós y cumplas tus promesas. Para que tus palabras no terminen en el fondo del océano, víctimas de la corriente, desamparadas.

Recapitulo en esta batalla contra el tiempo, para que seas lo que prometiste ser. Me entrego a mis enemigos, pero sólo si eres justo y juras devolverme lo que me pertenece. Sino continuaré luchando, lleno de cicatrices, sin embargo vivo y con fuerzas para seguir estándolo.

El punto

¿Para qué utilizar el punto al final de una frase? El espacio puede sustituirle. Un punto da por concluido el mensaje, mientras que un espacio permite reflexionar sobre si quedan cosas por decir. Qué sentido tiene limitar las palabras a compartimentos estancos, encerrándolas, enjaulándolas, privándoles de la libertad de poder vagar por el infinito

Siempre quedarán cosas que faltaron decir

Un libro, mucho más



viernes, 1 de enero de 2010

Reflexiones: año Xacobeo


Entramos en el 2010 y dejamos atrás la primera década del siglo XXI, primera del tercer milenio después de Jesucristo. El desarrollo material y cultural se encuentran en uno de sus peores momentos. Creamos sistemas cada vez más sofisticados, sin embargo nos olvidamos de ponerlos al servicio de las personas, que debieran ser el eje sobre el que gire el progreso. Este año morirán de guerra y hambre millones de personas, y eso no es retórica, es la realidad de un mundo que encerrado en el temor y en la obligada incertidumbre con que hemos terminado esta década olvida lo esencial. Y lo esencial aunque suene cursi es amar al prójimo. Esa frase que recoge la tradición cristiana y bíblica y afirman dijo Jesucristo mientras hablaba con San Pablo; Amarás a tu prójimo como a ti mismo. La técnica y el conocimiento nos apartan del amor, ese amor, esa solidaridad imperante entre los seres queridos y que si se universalizase y pusiese como eje de la evolución humana terminaría de raíz con los problemas existentes que nos limitamos a observar extrañados e inconscientes de nuestra culpabilidad, ya como actores principales o secundarios, de una obra de teatro dramática en la que la pasividad se ha apoderado de los personajes.

Estas acertadas palabras han sido predicadas por el ancho del mundo por generaciones de misioneros y evangelizadores. Una doctrina de vocación universalista que predica valores. No obstante la institución encargada de su interpretación se encuentra a mi parecer casi 2.000 años después de la muerte de Cristo en sus horas más bajas. La Iglesia es mediatizada por obispos que predican desde la intolerancia, creando conflictividad social y enfrentando a los ciudadanos desde la religión. Cuando el creer es un asunto privado que no debe trascender a orden público. La Iglesia debe limitar su influencia al campo de la moral y dejar que los hombres guíen la política y las leyes con independencia de esta. Así pues convertirse en consejera y no buscar imponer en la sociedad sus ideas desde la presión.
Otro mal ejemplo es Macial Maciel. Hombre casi idolatrado por los legionarios de cristo, que veían en él un modelo a seguir como humano y creyente. Yo, que acudía a un colegio de la congregación era partícipe de esa mitificación. Celebrábamos el día del fundador y comíamos hamburguesa y coca cola como algo especial. Hoy la verdad ha salido a la luz. Era pederasta, drogadicto, tuvo esposa, hijos y gastó sin medida durante sus años de vida. Muerto ya, su recuerdo no puede más que degradar a la institución religiosa. Como apuntilló hace poco un amigo, no existen los mitos. Y cierto es, pues los actos, que son lo que al final acabamos siendo reflejan que las personas son imperfectas. 

A su vez con el paso de los años menos gente acude a misa, y se eleva la media de edad de los asistentes, repugnante demostración de que la creencia en Dios depende de los vestigios del nacionalcatolicismo de la dictadura franquista, y no de la fe particular del individuo o de la cercanía que la Iglesia como institución pueda tener hacia los fieles. A mi parecer muchos cambios debe haber en el seno de la misma, y quizás es hora de que se enfrente a un concilio en el que se pongan las bases para una transformación orientada a guiar la interpretación de la palabra de Dios ante los cambios que se aproximan y que ya están transformando la modernidad, hasta el punto de hablar de postmodernidad. La Iglesia debe ser más cercana, menos política, más independiente y desde luego mucho más crítica con su historia, con sus errores, y con los problemas que afectan al mundo. Es un instrumento muy positivo que ha quedado degenerado con el paso del tiempo, hasta el punto de tenerse que ver vinculada obligatoriamente con agentes económicos, políticos y mediáticos, pero que puede recuperar su necesaria utilidad como educadora de valores.

Año 2010. Demasiada técnica y un total olvido de lo fundamental. El calendario gregoriano como dijo recientemente en una clase el profesor José García Roca es el más sobresaliente invento en la historia de la humanidad. Sirve para situarnos en el tiempo. Quizás hayamos olvidado su uso. Nos hemos dejado arrastrar por los días y los años, convirtiéndonos en esclavos de la historia. Pasa el tiempo y aumenta la amenaza de aquello que desde el odio puede llegar a hacer el hombre. Con su capacidad infinita un hombre deshumanizado colgado de las agujas del reloj genera más y más destrucción, y quién sabe si inevitablemente se esté acercando a su propia autodestrucción. ¿Será ese el inevitable destino del hombre? Sucumbir al tiempo, olvidar la historia... Nacemos, y antes de madurar sabemos todo lo que queremos hacer con nuestras vidas. Casarnos, tener hijos, triunfar... ¿ Y por qué no mirar al conjunto de la humanidad y apuntar más lejos, pensar en cambiar algo? Ya no como triunfo personal, sino como demostración de que seguimos vivos, de que somos alguien en la historia, de que tenemos un camino por delante y que queremos guiar nuestro propio destino de la forma que mejor creamos conveniente. 

Un nuevo año, una nueva década, múltiples posibilidades por delante. Mi propósito, ser un ser humano. Mi objetivo para este año, hacer el camino de Santiago. Y si bien no lo hago físicamente, recorrerlo en mi imaginación, desde luego extrayendo del mismo las enseñanzas que creo puedo llegar a obtener. Una redención de los pecados partiendo de un minucioso examen de conciencia, echando la vista atrás y sumergiéndome en mis actos y en los del resto de gente, para buscar una correcta inspiración en lo que me queda de camino y mantener los ojos bien abiertos para no tropezar con las mismas piedras con que pude algún día tropezar. 
Y una motivación constante durante el mismo que me permita afrontar con mayor entereza los avatares que me deparen.