sábado, 20 de marzo de 2010

Ma Vlast


Amo mi patria. Allí nací. En ella me crié y moriré de igual manera. Cuando lejos marcho añoro el sonido del viento al soplar. El inmenso azul del mar y su fuerza golpeando la tierra sobre la que se erige mi morada.
Allí nunca hubieron murallas, ni tampoco verjas o alambradas.
En las casas viven las gentes y los techos les dan cobijo. El agua brota de la fuente y sacia al sediento, los animales pastan en el campo y alimentan al hambriento.

No conocemos la guerra ni cadenas que nos opriman. No hay símbolos, ni escudos o banderas. Cantamos a la lluvia y rezamos al sol que nos ilumina. Un crisol de colores y estampas se entremezclan en el valle y nos embriaga el olor de la bendita madreselva.

No tenemos un pasado, pero sí un futuro. Desde el escarpado relieve del horizonte oriental, desde la añil ventana del horizonte occidental. Desde donde nace hasta donde muere el ambarino astro celestial soñamos nuestros propios sueños, hablamos nuestras propias lenguas pero cantamos las mismas canciones. Los músicos no utilizan partituras, y los escritores no necesitan de una pluma para contar sus historias.

Las gentes viven y mueren, caminan y no deambulan. No se aferran a sus sueños porque se desprenden de ellos y los hacen realidad.

En mi patria no conocemos la libertad porque nunca nos la han arrebatado.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Genial texto el tuyo.

Creo que la tarea de toda persona es buscar ese lugar que describes, pero sin ninguna meta,no encontrárlo, sino disfrutar de las experiencias y del aprendizaje que nos da la vida y que nos hace estar más cerca de nuestro destino,pero a la vez muy lejos todavía...me recuerda un poco a Kafavis con su Ítaca.

un saludo y sigue así, señor Iborra.

J.V. Iborra dijo...

Gracias Don José por tu adecuada y agradable apreciación.

Nuestra vida, nuestro destino. Ese camino que nos hace hombres. Pero realmente ¿estamos actuando como hombres?. Yo ansío alcanzar algún día ese lugar, ese mundo, ese estado, si no en esta vida en la otra. Un lugar al que pertenezco, y del que sin duda vengo y me es natural por el mero hecho de ser persona. La Vida en sí es un campo en el que demostrar que estamos preparados para cultivarlo. Ser capaces de vivir como hombres, como debieramos, y no como de hecho actuamos. Un camino muy largo nos espera, y la escritura de la mano de la conciencia nos puede ayudar a hacer menos inhóspito ese difícil sendero. Un abrazo

Una señorita de ciudad dijo...

Solamente hay una palabra para describir lo que has escrito: precioso.