domingo, 15 de febrero de 2009

¿Revolución y Guerra? o ¿Guerra y revolución?


Tras el fallido golpe de estado del 17 y 18 de Julio de 1936 se inició un conflicto que duraría tres largos años. Desde un primer momento en el seno de la República se debatió la forma de llevar a cabo el conflicto. Sin embargo las masas se adelantaron y pronto se iniciaron las colectivizaciones. La CNT con un fuerte apoyo encontró el marco perfecto para llevar a la práctica el sueño del comunismo libertario sin los medios ni la preparación suficiente. En Cataluña se colectivizaron las industrias sin tener en cuenta las acuciantes necesidades militares más inmediatas y el resultado fue un descenso en la productividad. En Aragón se colectivizaron las tierras y el resultado fue ambiguo, pues dependiendo del lugar los resultados fueron positivos o negativos. El entusiasmo y la locura se desató tras una parcial victoria frente a las fuerzas reaccionaras durante aquellos días de Julio. Se inició entonces un proceso revolucionario sin marcha atrás que modificaría completamente las bases de la II República. A partir de entonces la República ya no tendría las características que había presentado hasta el momento.

La jefatura de gobierno no disponía de los medios efectivos para hacer frente a la amenaza que se cernía sobre ellos y que para algunos parecía insignificante después de la movilización del pueblo y la creencia de que las masas habían evitado que el fascismo alcanzase el poder. Mientras que los sublevados recibirían apoyo militar desde Alemania e Italia, sólo la URSS aprovechando el marco revolucionario en el que se encontraba el país se mostró receptiva a ayudar a combatir el fascismo. Las potencias europeas no intercedieron en favor de la república, pese a que la estrategia básica de esta durante toda la contienda para alcanzar la victoria fue mejorar la carta de presentación para convencer a las potencias europeas de la conveniencia de las ayudas. Para ello cualquier relación de la República con la movilización popular debía de ser eliminada. Sin embargo se encontraron una y otra vez con un no como respuesta. La República fue ignorada y lo que a priori parecía ser la lucha entre un gobierno legítimo y una sublevación fascista se transformó en las mentes de la opinión pública internacional en la lucha entre la revolución proletaria y las fuerzas del orden que Franco representaba.

La URSS monopolizó las ayudas y pronto el Partido Comunista empezó a sumar seguidores, debido a la coherencia de sus planteamientos. Largo Caballero fue incapaz de constituir una fuerza conjunta en la que aunar esfuerzos en favor de la lucha. Fue sustituido por un Juan Negrín que sería influenciado por las tesis soviéticas hasta el fin de su mandato en los albores de la guerra.
La revolución debía ser aparcada en favor de la lucha.
Los sucesos de Mayo del 37 evidenciaban que mientras que en el frente gente de distinta ideología luchaba codo con codo y sacrificaba su vida por la defensa de la República, en la retaguardia las distintas fuerzas políticas discutían la forma de la nueva república revolucionaria, sin tener en cuenta que la guerra se podía perder.

¿Fue la negativa de Inglaterra y Francia de tomar partido en la guerra lo que impidió la victoria o fueron las discrepancias internas las que condenaron a la República?
¿Qué hubiera ocurrido si Negrín hubiese entrado en el gobierno al empezar la guerra? Lo cierto es que la sublevación del coronel Casado evidenció la desazón que causó el Partido Comunista. El orden y la jerarquía que proponían eran necesarias desde un primer momento, pero no a cualquier precio. Un partido que antes de la guerra era minoritario, no podía imponer su forma de pensar a una población en pleno proceso evolutivo. Y esa forma de afrontar la contienda desde el orden y el respeto hubiese sido inverosímil partiendo desde dentro de la República. Inglaterra y Francia en ningún caso la hubiesen ayudado por lo que es inútil pensar que fracasaron las negociaciones.

Por tanto, ¿cabe pensar que la República estaba condenada a la derrota desde un primer momento?

La guerra de guerrillas era una posibilidad. Ya se había vencido al enemigo francés hacía poco más de un siglo a partir de la movilización popular y de la lucha armada. Una guerra revolucionaria era una posibilidad, sin embargo no se contempló y triunfaron los postulados comunistas, pese a no disponer del apoyo suficiente ni de los medios técnicos necesarios como para alzarse con la victoria.
Pero ¿Qué hubiese pasado si se hubiese emprendido una guerra popular sin frentes concretos y se hubiesen explotado factores como la resistencia en la retaguardia enemiga o la táctica de tierra quemada así como continuos sabotajes?

Las altas exigencias que Alemania imponía por su ayuda hicieron que Franco llegase en alguna ocasión a decir que ganaría la guerra incluso luchando en las montañas.

¿Era una posibilidad real?

Lo más probable es que una resistencia de esa índole por parte de la República hubiese alargado sustancialmente el conflicto y conectado con la Segunda Guerra Mundial. ¿Habrían entonces intervenido las potencias occidentales?

No tengo respuesta, pero lo cierto es que en una guerra ideológica si el pueblo se dirige inevitablemente hacia la revolución independientemente de la conveniencia o no de esta, privarla de ella será como robarle la navidad a un niño, es decir, quitarles el sentido de su lucha. El pueblo no estaba dispuesto a luchar para devolver a la burguesía a su posición predominante. La guerra sería revolucionaria hasta sus últimas consecuencias, otra alternativa iría contra los deseos del pueblo.
La planificación y el orden contra la espontaneidad y la libre iniciativa. ¿Quién sabe qué hubiera ocurrido?

martes, 3 de febrero de 2009

Lo políticamente correcto

El otro día un amigo me dijo que si uno se fija la mayor parte de intelectuales son de izquierda. Razón por la cual deductivamente la izquierda debe ser la rama política correcta a la hora de afrontar nuevos retos y oportunidades. Sin embargo hube de sacarle de su error. 
Los medios de comunicación manipulan, te hacen creer lo que a ellos le interesan que veas.
¿Es más valido un intelectual de derechas que uno de izquierdas? Obviamente no, sin embargo parece ser que a los medios de comunicación de nuestro país sí que les interesa.
En España se nos vende la imagen de una izquierda progresista y moderna, adaptada a los nuevos cambios y por otro lado una derecha retrógrada y anclada en el pasado. ¿Es esto un error de la propia derecha o de los medios de comunicación? Es una cuestión a debatir. Pero lo que hemos de entender es que la puerta de nuestro futuro no se abrirá con una llave que se encuentra en el bolsillo de la derecha o de la izquierda. El tiempo se ha encargado de desacreditar en ocasiones a una u a otra, y atrás quedaron las luchas ideológicas por encontrar la fórmula mágica que tanto han ansiado ambas. Cada una dividida en sus múltiples variantes representan formas de afrontar la vida, pero hoy todo queda supeditado al mercado, y por ende implican formas de llevar el mercado. Abrir o cerrar mercados, agrandar o minimizar el estado, fomentar la iniciativa pública o privada.. La izquierda y la derecha con sus particulares formas de afrontar la realidad no son más que instrumentos, siendo necesarios dependiendo de las circunstancias, de la situación del mercado. Y de ahí que ambas alternen sus respectivos roles cuando les conviene y olviden sus teóricos principios. De forma que caer en un determinado discurso no es más que aprobar erróneamente su sofística. Ya no existen la derecha ni la izquierda, existen interesados que dependiendo de la situación del mercado tratan de explotar un determinado discurso, de modo que no pensemos que nuestro partido es el mesías y salvador de nuestras miserias, porque el mercado es muy imprevisible y el discurso que hoy era válido, mañana te puede hundir en el fango.