Entramos en el 2010 y dejamos atrás la primera década del siglo XXI, primera del tercer milenio después de Jesucristo. El desarrollo material y cultural se encuentran en uno de sus peores momentos. Creamos sistemas cada vez más sofisticados, sin embargo nos olvidamos de ponerlos al servicio de las personas, que debieran ser el eje sobre el que gire el progreso. Este año morirán de guerra y hambre millones de personas, y eso no es retórica, es la realidad de un mundo que encerrado en el temor y en la obligada incertidumbre con que hemos terminado esta década olvida lo esencial. Y lo esencial aunque suene cursi es amar al prójimo. Esa frase que recoge la tradición cristiana y bíblica y afirman dijo Jesucristo mientras hablaba con San Pablo; Amarás a tu prójimo como a ti mismo. La técnica y el conocimiento nos apartan del amor, ese amor, esa solidaridad imperante entre los seres queridos y que si se universalizase y pusiese como eje de la evolución humana terminaría de raíz con los problemas existentes que nos limitamos a observar extrañados e inconscientes de nuestra culpabilidad, ya como actores principales o secundarios, de una obra de teatro dramática en la que la pasividad se ha apoderado de los personajes.
Estas acertadas palabras han sido predicadas por el ancho del mundo por generaciones de misioneros y evangelizadores. Una doctrina de vocación universalista que predica valores. No obstante la institución encargada de su interpretación se encuentra a mi parecer casi 2.000 años después de la muerte de Cristo en sus horas más bajas. La Iglesia es mediatizada por obispos que predican desde la intolerancia, creando conflictividad social y enfrentando a los ciudadanos desde la religión. Cuando el creer es un asunto privado que no debe trascender a orden público. La Iglesia debe limitar su influencia al campo de la moral y dejar que los hombres guíen la política y las leyes con independencia de esta. Así pues convertirse en consejera y no buscar imponer en la sociedad sus ideas desde la presión.
Otro mal ejemplo es Macial Maciel. Hombre casi idolatrado por los legionarios de cristo, que veían en él un modelo a seguir como humano y creyente. Yo, que acudía a un colegio de la congregación era partícipe de esa mitificación. Celebrábamos el día del fundador y comíamos hamburguesa y coca cola como algo especial. Hoy la verdad ha salido a la luz. Era pederasta, drogadicto, tuvo esposa, hijos y gastó sin medida durante sus años de vida. Muerto ya, su recuerdo no puede más que degradar a la institución religiosa. Como apuntilló hace poco un amigo, no existen los mitos. Y cierto es, pues los actos, que son lo que al final acabamos siendo reflejan que las personas son imperfectas.
A su vez con el paso de los años menos gente acude a misa, y se eleva la media de edad de los asistentes, repugnante demostración de que la creencia en Dios depende de los vestigios del nacionalcatolicismo de la dictadura franquista, y no de la fe particular del individuo o de la cercanía que la Iglesia como institución pueda tener hacia los fieles. A mi parecer muchos cambios debe haber en el seno de la misma, y quizás es hora de que se enfrente a un concilio en el que se pongan las bases para una transformación orientada a guiar la interpretación de la palabra de Dios ante los cambios que se aproximan y que ya están transformando la modernidad, hasta el punto de hablar de postmodernidad. La Iglesia debe ser más cercana, menos política, más independiente y desde luego mucho más crítica con su historia, con sus errores, y con los problemas que afectan al mundo. Es un instrumento muy positivo que ha quedado degenerado con el paso del tiempo, hasta el punto de tenerse que ver vinculada obligatoriamente con agentes económicos, políticos y mediáticos, pero que puede recuperar su necesaria utilidad como educadora de valores.
Año 2010. Demasiada técnica y un total olvido de lo fundamental. El calendario gregoriano como dijo recientemente en una clase el profesor José García Roca es el más sobresaliente invento en la historia de la humanidad. Sirve para situarnos en el tiempo. Quizás hayamos olvidado su uso. Nos hemos dejado arrastrar por los días y los años, convirtiéndonos en esclavos de la historia. Pasa el tiempo y aumenta la amenaza de aquello que desde el odio puede llegar a hacer el hombre. Con su capacidad infinita un hombre deshumanizado colgado de las agujas del reloj genera más y más destrucción, y quién sabe si inevitablemente se esté acercando a su propia autodestrucción. ¿Será ese el inevitable destino del hombre? Sucumbir al tiempo, olvidar la historia... Nacemos, y antes de madurar sabemos todo lo que queremos hacer con nuestras vidas. Casarnos, tener hijos, triunfar... ¿ Y por qué no mirar al conjunto de la humanidad y apuntar más lejos, pensar en cambiar algo? Ya no como triunfo personal, sino como demostración de que seguimos vivos, de que somos alguien en la historia, de que tenemos un camino por delante y que queremos guiar nuestro propio destino de la forma que mejor creamos conveniente.
Un nuevo año, una nueva década, múltiples posibilidades por delante. Mi propósito, ser un ser humano. Mi objetivo para este año, hacer el camino de Santiago. Y si bien no lo hago físicamente, recorrerlo en mi imaginación, desde luego extrayendo del mismo las enseñanzas que creo puedo llegar a obtener. Una redención de los pecados partiendo de un minucioso examen de conciencia, echando la vista atrás y sumergiéndome en mis actos y en los del resto de gente, para buscar una correcta inspiración en lo que me queda de camino y mantener los ojos bien abiertos para no tropezar con las mismas piedras con que pude algún día tropezar.
Y una motivación constante durante el mismo que me permita afrontar con mayor entereza los avatares que me deparen.
2 comentarios:
Aunque no soy muy bueno con eso de las predicciones, intuyo que en 2012 habrá un pequeño concilio que abrirá las puertas a una serie de reformas estructurales dentro de la Iglesia.
Si acierto con mi predicción, la Iglesia conseguirá no perder lo poco que le queda como institución de referencia, pero si por el contrario fallo, tal vez de aquí 30 años aproximadamente, alrededor de dos milenios de historia quedarán en anécdota.
Un católico.
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