lunes, 18 de enero de 2010

Un vaso vacío


Sobre la mesa una botella de vino descorchada casi muerta. Junto a ella un vaso, vacío de tus lágrimas, que un día abundaron y hoy ya dejaron de existir. Llena sin embargo de mi brebaje. Bebo de la copa, un trago tras otro. Mi paladar aprecia las propiedades que hacen único este bendito caldo y pienso. Me sumerjo en mis hoy ya inútiles recuerdos, que de poco me servirán con tu marcha. Ebrio rompo el vaso quebrando cualquier vínculo contigo. Me alejo de tu mundo, me acerco a uno más transparente que me ofrece este espléndido néctar. El elixir de los Dioses, que me convierte en uno de ellos, alejándome de las desdichas que me ofreciste, de aquellos sollozos que sólo yo supe ver y que ahora por fin quemo con el agua de la tierra.

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