“Cuando alma y espíritu/ y cuerpo sepan,/ y la luna sea bella porque la amé/ y el mundo esté parado al filo/ de la memoria y/ sangre la luz detrás/ del baño de su gracia,/ obligaremos al futuro/ a volver otra vez. Allí/ todos los ojos serán uno/ y la palabra volverá a palabrear/ contra sus criaturas./ Se acabará la eternidad y el poema/ buscará todavía su/ tripulación y lo/ que no pudo nombrar, tan lejos”. Juan Gelmán (Sucederá)
Dicen que en el fondo no existes, que todo lo que se ha dicho de ti son leyendas, falsas profecías de egocéntricos personajes, bulos creados para engañar a los ilusos, a los dementes, a los adúlteros visionarios, esclavos de la utopía. Aun así continuo intentando soñar contigo. Te veo junto a mí, sonriendo, borrando el dolor de las horas, cortando con fuerza el fragor de las olas. Me ayudas a imaginarte en un tiempo aun por venir, y a la vez me ayudas a imaginarme a mi mismo. Te necesito en este instante, para no estar de espaldas al mundo en que me gustaría vivir, deshonrando a mis antepasados, perdiéndome en los reflejos que no supe vislumbrar, pero a la vez seré egoísta y exigiré tu presencia mañana. No quiero que un día, tras haber coronado aquella cima te hayas diluido en la historia, y que no hayas sido más que un episodio cualquiera, una mera casualidad. Quiero imaginarte blanca como el nácar, inmaculada y virgen como la nieve que hoy atraviesa mi ventana y trata de helar mi espíritu. Nada me importa, pues con fuerzas me veo de enfrentarme a ella. Sé que tú me estás ayudando, y que no debo de dejar de pensar en ti para que algún día tenga la seguridad de estar sentado a tu lado, cerca, muy cerca.
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