lunes, 5 de octubre de 2009

Lo intangible del recuerdo


El pasado día 28 de septiembre asistí en el Instituto francés de Valencia a un encuentro literario con los dos sobresalientes escritores Yasmina Khadra y Alfons Cervera. Durante el transcurso de la tertulia maduré una pregunta que decidí formular a ambos y que ellos obviamente contestaron desde un prisma literario: ¿Qué tiene una mayor importancia para la memoria, las personas o los hechos acontecidos? 

Yasmina Khadra hablaba desde el recuerdo. Sus escritos nacen de la necesidad de reflejar en un papel unas vivencias, pero como escritor; dándoles la forma que bien podría darle un artesano a su cerámica. Alfons Cervera escribe partiendo de aquello que le han contado. No tiene el recuerdo ni el bagaje de aquel que ha presenciado unos hechos con sus propios ojos. Una distinta óptica: el recuerdo y por otro lado el recuerdo desde el recuerdo. Ambos eran coincidentes. Sus personajes mezclan el fondo del hecho a tratar con lo intimista del individuo. No escriben testimonios, pues sus personajes solamente existen en su mente y en la del lector, pero aún cuando no gocen del rigor de un académico, también están creando historia. Sus palabras van cimentando el recuerdo, y aunque igual no sientan la responsabilidad que ello conlleva, están transmitiendo a sus futuros lectores una forma de ver los momentos pasados, inalterable, y que sin duda cimentará las bases del recuerdo.

Un historiador analiza la historia desde un sentido más amplio. Formula enunciados tajantes. Sintetiza la realidad.

Bien que la historia es la historia de la sociedad, pero es peligrosa tarea el hecho de crear postulados generales sin atender a las particularidades, pues al fin y al cabo son estas las que representan la verdad de lo ocurrido. Las personas actúan socialmente, se juntan con otros individuos formando grupos y a su vez pese a quien le pese dejan incluso de comportarse como entidades concretas por la fuerza del discurso de aquel conjunto al que pertenecen. Pero al fin y al cabo la decisión última de sus decisiones, y la esencia de su libertad, reside en ellos. En cada una de esas hormigas que componen nuestro microcosmos existe una conciencia. Y bien podemos afirmar que estas partículas actúan todas de una forma concreta, pero estaremos mintiendo cuando una sola de ellas nos contradiga. La literatura habla del individuo y a partir de este, crea el mundo que desea transmitir. La historia sin embargo habla de aspectos abstractos, en los que las personas deberán de encajar de una forma u otra.

De este modo, la labor del historiador es mucho más cómoda. Desarrolla unas ideas, fruto del recuerdo propio, del recuerdo de otras personas, o incluso del recuerdo de otras personas sobre el de otras personas y buscarán algo muy simple: frases, textos, esquemas. Desde mi punto de vista la realidad es mucho más amplia. La memoria es fundamental para hacer ver a las personas cómo vivieron o murieron sus antepasados. Ésta no merece simplificaciones y debe mantenerse desligada de ideologías, pasiones, modificaciones e intereses personales. Realidad sólo hay una y es difícil de estudiar y de comprender. La acumulación de memoria nos hace olvidar la esencia de lo acontecido, igual que cuando la memoria no existe simplemente hemos de resignarnos de no poder estudiar más que el vacío. Quizás es el momento de entender que la historia no la deben hacer los vencedores, o los perdedores, los tiranos o los héroes, sino aquellos que la padecen y suelen perderse en el olvido, las personas. Puede que sea el momento de callar y dejar que otros hablen. Puede que entendiendo a cada uno de nosotros sepamos qué es lo que deben aprender las generaciones venideras. De otra forma estaremos olvidando nuestro papel y el de la memoria

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