sábado, 17 de octubre de 2009
Y qué somos...
Un día empecé a contar estrellas y aún no he terminado. Mi cuello inclinado hacia atrás y mis ojos atentos, dedicados, vislumbrando un horizonte mucho mayor que el que nos ofrece la mar. Un intento de comprender y de poder transmitir. Un intento vano que se perderá en la oscuridad de la noche. La certeza contra la extrañeza. La seguridad en decadencia que queda arropada por un tenebroso manto. El manto de la desilusión que nos cubre y nos oprime desde la grandeza del universo. Un inmenso espejo que refleja la probable inconsciencia del que mira. El intento de regalar al monte todos los granos de arena de una playa desierta. Nuestro fracaso de intentar ordenar todo. Ordenar la apariencia de nuestras facciones mediante la cosmética y ocultar nuestros pensamientos, ordenar la visión de los lugares mediante la cosmografía y olvidar la destrucción generada, ordenar el universo mediante la cosmología y confundir nuestra propia existencia.
La razón, poderosa sin duda, pero limitada en su posibilidad de lograr atrapar todo aquello que aparentemente se coloque a su alcance. Una presa fragante, mas inolora e incolora, inexistente más que en nuestra ingenua clarividencia.
Nos enamoramos de los poemas y nos cansamos de las historias. Despreciamos a los poetas y encumbramos a los escritores. Pensamos y callamos, mentimos y matamos. ¿Cómo entonces sentirnos dignos de mirar al cielo?
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