sábado, 31 de octubre de 2009
Cuadernos de bitácora
Me acercaba cada vez más. Remaba y remaba. Los dioses me amparaban, el viento soplaba a mi favor, mi amada me había augurado un buen viaje. Seguro de mí mismo había estado hasta entonces.
Sin embargo la orilla parecía tan lejana... Cada vez más lejana, cada vez yo más lejos. Que distinto ver el mar desde la arena. Que distinto verlo desde encima, tan próximo, tan vulnerable yo. Era una ola más. Las profundidades me vigilaban desde abajo, el viento me movía desde arriba. Una ola en medio de aquel océano y me faltaba agua. Tanta como para dejar de existir, tanta como para desaparecer sin dejar rastro, en medio de la nada, en el principio del todo. Pero me había alejado demasiado. Ya no era yo. Ya no se trataba del mar, tampoco del viento. Ni de la tierra o las distancias entre ellas. Era sobre algo que olvidé al zarpar, que perdí en alta mar, que ya no recordaba y a la vez ansiaba.
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