lunes, 30 de noviembre de 2009

Amanecer


Es pronto, pero ya ha amanecido. Se escucha el sonido de los primeros claxons, el de los primeros portazos, el de las cucharillas removiendo el azúcar en la taza. Las persianas suben y bajan, algunos quieren dormir más pero no pueden, otros intentan hacerlo y algo se lo impide. Desde mi ventana no se ve el mundo, pero se oye el arrullo de las palomas al pasar. Vienen y van de esos viejos tejados que ocupan despreocupadas, viendo como pasa el tiempo.

Hay cientos de lugares en los que creo haber estado. He leído, he escrito sobre ellos. Me imagino al alba viendo aparecer las primeras luces en el horizonte oriental, viendo como el infinito sostiene al cielo, viendo como cambian de color según las estaciones.

Pasan los segundos, avanza la mañana, el Sol cada vez más erguido vigila desde allá arriba. Nos observa, se ríe de nosotros, sabe de su importancia. Desaparece orgulloso por la noche, quizás no vuelva más. Es esa incertidumbre la que otorga a la noche su tenebrosidad. Las estrellas también nos iluminan, igual que la Luna, pero el Sol... El Sol nos habla del tiempo, de los granos de arena que van cayendo en el reloj. Del mundo, ese lugar redondo que tantas veces ha iluminado. Poco a poco el astro se aleja de mi vista. Desaparece en el horizonte occidental, le sustituirá una inevitable oscuridad. Quién sabe si mañana volverá a aparecer, hay tantos sitios que me quedan por ver...

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