La historia está llena de héroes y villanos. Herederos de una historia considerarán heroes a unos que otros llamarán villanos. Nuestro pasado tiene muchos de estos según cómo lo veamos, y en los últimos años reside la obligada necesidad de diferenciar entre ambos.
Mientras que la derecha actual no puede con razón encontrar gente a la que rendir homenaje por el negativo bagaje que sus predecesores en su gran mayoría dejaron, parece ser que en los últimos años nace una necesidad imperiosa de elevar a héroes a personajes pertenecientes a la izquierda de hace 70 años, que realmente no se diferencian de los que generalmente ya hemos constituido en nuestras enciclopedias como asesinos y personajes a olvidar.
Lo cierto es que en una guerra hay muchos villanos y pocos héroes.
Independientemente de si Carrillo fue uno de los máximos responsable de la matanza de Paracuellos, cosa que parece bastante probable, lo obvio es que no se trata de un héroe.
Como recién nombrado consejero de orden público, lo mínimo que puede reconocer, es su conocimiento de los hechos, sin embargo en los últimos tiempos -esperemos que por el olvido que la vejez conlleva- ha afirmado con un detestable cinismo que no sabría ni que existía un pueblo llamado Paracuellos hasta mucho después de que se produjera la matanza. Una matanza que si no me equivoco ha sido de las más sangrientas de la historia, por espacio de tiempo y personas.
Por tanto, sea Carrillo un asesino, o simplemente un cobarde, lo que seguro no es, es un héroe.
Un héroe puede ser Melchor Rodriguez, él sí que demostró su intención de poner punto y final a los paseos a Paracuellos. Fue una persona que pese a decantarse firmemente por uno de los dos bandos en la guerra, nunca puso esta como excusa para asesinar personas. Más bien lo contrario, defendió los derechos de las personas sin distinguir por clases sociales, creencias o religiones, y de esa forma ensalzó los verdaderos valores del anarquismo, y no los que demostraron miles de cobardes milicianos que con la excusa de la revolución social y la lucha de clases asesinaron a sus patronos e incluso compañeros.
La Guerra Civil dio como vencedora a la opción menos legítima, pero ello no implica que todos los derrotados hayan de ser calificados como héroes, puesto que como dijo Melchor Rodríguez, se puede morir por las ideas, pero nunca matar, y en una guerra siempre abundan los asesinos.
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