''Todo fluye, nada permanece'' nos advertía Heráclito hace 2500 años. Todo cambia en nuestra sociedad menos el propio cambio. Sin embargo durante estos dos milenios y medio nos hemos limitado a pensar que somos lo suficientemente poderosos como para ser capaces de controlar el cambio.
El ser humano ha pensado siempre que ha podido adelantarse a los acontecimientos, siendo profeta de tiempos futuros, y no hablo de individuos como Jesucristo, Mahoma o Nostradamus.
Las ideologías son creaciones del ser humano, como tales su naturaleza es imperfecta e insuficiente, y por tanto no pueden tratar de simplificar algo tan complejo como nuestra sociedad. El hombre con su característico ego, se ha creído siempre capaz de poder controlarlo todo, incluso el futuro. Pero el tiempo ha dado la razón a Heráclito, y ni siquiera las ideologías más idílicas y fabulosas han sido capaces de vencer esa batalla contra el tiempo.
Si queremos adaptarnos al cambio, los dogmas son insuficientes. Las ideologías son estáticas, diseñadas para un momento determinado, y por mucho que quieran intuir tiempos próximos, caerán en el error.
Las ideas nos atan y solo suponen prejuicios, cuando lo que deberíamos de intentar es tratar de desligarnos de toda atadura para comprender la naturaleza del cambio, a través del entendimiento y de la razón.
Las ideologías son cadenas que nos autoimponemos, que nos oprimen y nos condicionan.
Estas nos someten, y nos convierten en esclavos de las ideas, de las personas que han creado esas ideas. Nos convertimos en títeres que nos movemos por creaciones ajenas, en vez de ser seres críticos y objetivos que buscan una verdad general y absoluta que no se encuentra escondida en ningún baul ni en la pluma de ningún pensador, falso profeta.
El hombre no necesita de guiones para enfrentarse al futuro, se debe bastar de su propia razón para poder actuar sabiamente, y de la libertad para hacerlo por sí mismo.
No existen ideologías mejores ni peores. Estas pueden tener una menor o mayor aceptación en un espacio de tiempo concreto, pero todas por su naturaleza son erróneas e inútiles, al menos para el futuro, y hacia él nos encaminamos inevitablemente, pues la vida pasa, lentamente como los granos caen en un reloj de arena, pero al fin y al cabo pasa, y no se puede evitar. Y tan inevitable como de impredecible es, pues los granos de arena que caen ahora en el reloj no serán los que caigan más tarde.
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