lunes, 29 de diciembre de 2008

El conflicto omnipresente e incomprendido


Estos días más que nunca, la gente se pregunta en sus casas qué tipo de locura invadirá a los palestinos para que sacrifiquen sus vidas por una simple idea. Y ya no solo eso, sino también el hecho de que sean capaces de exponer a sus familiares y a todo el que han amado en esta vida a las más que posibles represalias del ejército israelí.

Una idea que al contrario de lo que muchos piensan no solo se fundamenta en la promesa de una vida mejor en el más allá, sino en la esperanza de un futuro mejor para sus paisanos, por una portada de un periódico en vistas de cambiar el rumbo de la historia, o por un más que imposible reconocimiento de la opinión pública internacional del sufrimiento palestino...

La intifada no es solo la lucha contra un ejército invasor, es la lucha por unos derechos básicos que reconocemos como derechos humanos, pero que a ellos parece que no les son reconocidos. Es la lucha por una autodeterminación que no se base en intereses israelíes. Es la lucha por la supervivencia, para que no mueran niños a diarios por la deplorable situación en que vive este pueblo. Es la lucha por la reunión con los demás ciudadanos palestinos, exiliados por la invasión israelí. Es la lucha por la dignidad de un pueblo.

La forma de actuar de Hamás es sin duda condenable, pero comprensible si nos ponemos en el lugar de los palestinos. Hablamos de paz, y cese de las hostilidades, pero nos olvidamos que en esta batalla luchan Goliat y David, uno de los ejércitos más poderosos del mundo contra un pueblo en la miseria. Y la lucha entre David y Goliat, no es una batalla entre iguales, sino un abuso de poder.

Lo que está demostrando Israel estos días con sus contundentes ataques no es una demostración de poder, ni de firmeza, ni de justicia, sino de cobardía. Muestra la forma en que el grande puede aplastar el pequeño, pero en ello no hay nada de lo que vanagloriarse.

Es triste observar como la forma en que un gobierno busca fortalecer su imagen es exterminando a personas.


Independientemente de los recientes acontecimientos, Israel busca prolongar permanentemente una tregua impuesta, mientras que el pueblo palestino sobrevive encarcelado en unas condiciones deplorables, y es víctima de las decisiones de los invasores.

Pero no hagamos casos a la palabrería israelí. Nunca han buscado ni buscarán ayudar al pueblo palestino. Su intención es quitarse un estorbo, para ahora concentrar todas sus fuerzas en la formación de un futuro frente ante la incipiente Irán.
Un estorbo que si no pueden eliminar mediante una falsa diplomacia, eliminarán mediante las armas.

Los únicos acuerdos a los que está dispuesto a llegar Israel son a los que ella imponga. Con unas expectativas de futuro tan negras, no parece tan extraño que el pueblo palestino sea capaz de sacrificar su vida por algo mejor para sus descendientes.

Nosotros nos alzamos el 8 de Mayo de 1808 contra los franceses, y nadie vió en aquello un brote de locura, sino la defensa de nuestros intereses, de decidir por nosotros mismos nuestro futuro, así que ¿por qué no permitir a los palestinos que sean ellos mismos los que decidan su porvenir?

La comunidad internacional les da la espalda. La violencia nunca debe ser contestada con violencia, pero lo cierto es que mientras en la prensa observamos a los palestinos como personajes incivilizados, los israelíes se nos pintan como los apaciguadores de la locura que se extiende por oriente próximo.

No es justo tratar de héroes a los palestinos que asesinan a ciudadanos israelíes inocentes, pero hemos de entender que si lo hacen es porque no tienen otra opción.

Mientras tanto los fotógrafos toman las instantáneas que le interesan, colocando a israelíes y palestinos en el mismo saco, o incluso invirtiendo sus respectivos papeles en esta obra.

La única esperanza que tienen somos nosotros, la empatía hacia un pueblo sin rumbo, pero nos tapamos las orejas pensando que estamos ante salvajes.

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