El patriotismo español nunca ha estado de moda. Observando acontecimientos deportivos, podemos constatar con envidia como nuestros rivales lucen con orgullo sus colores y emblemas, mientras que nosotros llenos de perjuicios tratamos sacar desde el fondo de nosotros algún tipo de sentimiento nacional, en su gran mayoría prefabricado y artificial.
No existe en nuestro país un sentimiento de identificación nacional carente de contenido político. La izquierda tiende al internacionalismo, mientras que la derecha trata de lavar la imagen de un nacionalismo demasiado identificable con el franquismo.
Lo cierto es que a diferencia de otros países, el nuestro nunca ha tenido una clase media que haya gozado de un verdadero sentimiento de orgullo nacional, a excepción claro está de durante el franquismo. El nacionalismo siempre ha venido impuesto desde arriba, desde los oligarcas que han dominado al pueblo. De esta forma podemos entender la razón por la que un pueblo oprimido no haya nunca querido identificarse con lo que le han obligado a sentir en lo único que ha podido conservar como suyo, el corazón. Los sentimientos provienen de dentro, nunca de fuera, y por mucho que te intenten convencer de algo, nuestra voluntad y nuestras ideas estarán por encima de todo.
En nuestro país la tradición y la cultura en vez de considerarse motivo de orgullo, es sinónimo de arcaísmo y de un pasado a olvidar. Sin embargo no todo es tan horrible, y no todo merece ser olvidado. Vivimos en un lugar que ha sido capaz de conquistar, de ser conquistado y de reconquistar a su vez. Hemos surcado mares y evangelizado pueblos – independientemente de la religión y de las formas –. Hemos cultivado artistas, científicos y personajes que merecen ser recordados. Hemos luchado entre nosotros, y hemos sido capaces de perdonarnos, aunque haya muchos que quieran olvidar esto último. Así pues, ¿Por qué no sentirnos orgullosos de todo ello?
La respuesta es complicada, y buscarla en el pasado es difícil y probablemente inútil, así que mejor busquémosla en el futuro.
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