miércoles, 4 de marzo de 2009

La ley de memoria histórica


Una Ley por la que se reconocen y amplían derechos y se establecen medidas a favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la Guerra Civil y la dictadura. El programa electoral del PSOE no incluía ninguna mención a esta, sin embargo con la aprobación de la ley el 28 de octubre de 2007 se iniciaba una polémica que llega hasta nuestros días.
Rápidamente recibió la oposición del Partido Popular, pues implicaba hurgar en un pasado a olvidar, cuando lo deseable según ellos es mirar al futuro.
Sin embargo, no seré yo de los que quieren olvidar el pasado. Cientos de familias tratan todavía hoy de localizar a sus seres queridos, y para ello se necesita viajar al pasado y excavar en muchas fosas. El problema viene cuando en esta batalla contra nuestro pasado se encarga la recuperación de la memoria únicamente a aquellas organizaciones anteriores a la aprobación de la ley. En ese instante la ley adquiere un claro color, el color de la revancha, pues únicamente los grupos interesados en vengar los crímenes y atrocidades franquistas habían tratado inútilmente hasta la fecha de conocer en mayor profundidad su pasado, para honrar a sus muertos y maldecir a sus verdugos. Es decir, conseguir que la historia les hiciese ganar la guerra que perdieron en el 39 o antes.

Según ellos los del otro bando no merecen homenaje ni recuerdo alguno, pues además de ya haber sido suficientemente honrados durante 40 años de dictadura, son los perdedores de la historia, los bastardos, no merecen la gratitud de esta nueva ley. Pero me niego. ¿Qué hay de las siete fosas de Paracuellos del Jarama? Si tanto se honraron durante el régimen de Franco, ¿Por qué permanecen todavía ahí? Y así muchos otros cadáveres hacinados, vidas rotas y recuerdos olvidados por el mero hecho de pertenecer al lado equivocado de la historia.

¿Y qué hay del genocidio de la izquierda dentro de la propia izquierda?¿Nin y compañía también forma parte de esa memoria? Que incoherencia, pues el bando por el que luchaban muchos de los asesinados por la izquierda, era distinto del que hoy se busca dar justicia. ¿No merecen ser honrados todos aquellos asesinados dentro del bando republicano, y que fueron asesinados por el mismo? Porque creo recordar que no recibieron homenaje alguno durante el Franquismo.

La Ley de memoria histórica es necesaria, pero está incorrectamente planteada. Se busca honrar una causa, cuando existen muchas lagunas históricas en los otros genocidios, y familiares igual de dolidos tratando de recuperar la memoria. No vale más una vida que otra. La memoria no puede ser tergiversada ni puede ser un símbolo. Ésta nos ha de ayudar a comprender nuestro pasado, sin limitaciones ni restricciones, y partiendo de ahí cimentar nuestro futuro democrático. Recuérdalo pero perdona a aquellos que lo cometieron, una consigna que durante la transición parecía básica pero que Garzón se encargó de violar con una prepotencia y soberbia fuera de lugar. Él por cuenta propia redactó una lista de los culpables de la historia, dando cuenta del trasfondo revanchista y vengativo de la ley o al menos de la forma en que se está desarrollando. En ella tan sólo figuraban los de un bando, olvidando la otra parte de la balanza, cuando todavía quedan muchas lagunas por descubrir, pero no es cuestión de entrar en detalles. Mientras tanto Carrillo continua apoyando la ley de memoria histórica. Hace bien.

La ley debe honrar a toda persona olvidada, independientemente de su ideología o de la causa de su muerte. Debemos honrar a los héroes y a los inocentes. Debemos distinguir entre héroes y villanos, y no quedar limitados en nuestro reconocimiento por prejuicios ideológicos. Sólo entonces cuando sepamos honrar a nuestros muertos, independientemente del fondo de su lucha seremos capaces de superar nuestro pasado.

La justicia ya se la tomaron nuestros antepasados por su cuenta, nuestro papel es el de recordar. No de rememorar viejas rencillas, sino de comprender y de analizar, para que todo ello no vuelva a ocurrir. Al fin y al cabo ese debe ser el papel de la historia.

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