sábado, 26 de junio de 2010
El tiempo
Para escribir se necesita tiempo.
No hablo de tiempo como espacio vacío en una agenda, ni como instantes robados a la muerte.
Con tiempo me refiero a la sucesión de acontecimientos. A la continua interacción del individuo con su entorno, al aprendizaje, y a la adaptación al mundo en el que vive.
Resulta paradójico que cuanto más conocemos más alejados nos encontramos.
Con el paso del tiempo, esa línea que separa lo vivo de lo muerto, lo esteril de lo fertil, lo vano de lo trascendental, nos resulta menos estrecha.
Con el paso de las horas sustituimos unas ideas por otras. No obstante, terminan siempre floreciendo las mismas preguntas: ¿Quién puso en marcha el reloj?, ¿Cómo funciona este realmente?, ¿Qué somos sino esclavos de las agujas del mismo?, ¿Cuándo dejará de sonar ese tic-tac?
Me pregunto entonces por qué escribir cuando no se vive, cuando no se es.
¿Por qué no despedirse del mundo en vez de prolongar la agonía del mismo en forma de frases decapitadas? ¿ O acaso vivimos en un continuo engaño y en el fondo somos inmortales? ¿Cómo saber pues, cuándo vivimos y cuándo no? ¿Cuándo escribimos realmente y cuándo hacemos simples garabatos?
Cada vez estamos más cerca del mundo y más lejos de nosotros mismos.
Quizás sea el momento de dejar de serle infiel a la muerte.
viernes, 18 de junio de 2010
Un episodio cualquiera
Sentado junto al mar, mirando a las estrellas, escribo historias que un día soñé.
La brisa, hipnotizante, me embriaga. Me veo reflejado en cada palabra, en cada suspiro y en un único aliento. Permanezco callado, sin embargo tengo tantas cosas que decir…
Cuento cada grano de arena e intento lanzarlo al infinito. Sobre él trazo cientos de líneas, que son engullidas por la oscuridad. Las sombras me impiden continuar mi labor.
Estoy solo en la playa, tan lejos de alguien.
Extiendo los brazos, también el cuerpo. Me tumbo en la arena.
Ahora estoy más lejos de los astros celestiales, más cerca de esa gente. Pero todavía me veo incapaz. El aire golpea mi mejilla, y hay tantas anécdotas que contar, tantas disputas que zanjar. Mañana amanecerá de nuevo, y yo seré una persona más.
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